Un siglo de dibujantes de mujeres, de Kitchen Sink Press en 1993, parece una revisión de las mujeres y los cómics, con algunos cambios importantes: 1) Trina Robbins no tiene coguionista esta vez , 2) El énfasis está en la historia, no a los creadores actuales, y 3) una intención declarada de centrarse solo en dibujantes, no en mujeres que solo escriben cómics.
En un flip-through, este volumen también parece tener muchas más ilustraciones, lo que hace una lectura ventosa y da mucha más idea del arte de la época. Los capítulos se organizan aproximadamente por ERA, centrándose en un tema representativo de cada período de tiempo seleccionado por Robbins. Entonces, después de los lindos kewpies vienen flappers y luego las tiras familiares de la depresión. Otros capítulos cubren héroes de acción en tiempos de guerra (incluidos Brenda Starr), personajes adolescentes y familiares de finales de los años 40 y 50, y los subterráneos. (Curiosamente, la cobertura de Marie Severin y Ramona Fradon ahora aparece en este capítulo).
El último capítulo, que cubre la era entonces moderna, es el más superficial, de notable principalmente por sus numerosos ejemplos visuales de trabajo de diferentes artistas femeninas. Comienza con un ataque al mercado directo de la tienda de cómics y continúa deambulando. Para ser justos, hay mucho de qué hablar y no mucho espacio para hacerlo. También se cubren una lista de varias antologías, una muestra de editores independientes, críticas de DC y Marvel, y tiras cómicas. Al hablar sobre los libros en los que trabajó, conocer a Misty y California Girls, agrupadas con libros de Barbara Slate y Barb Rausch, la declaración se hace
Aunque todos estos títulos recibieron una respuesta destacada del lector, las tiendas de cómics no los llevaron en números suficientes, por lo que no sobrevivieron. Las tres mujeres están trabajando actualmente en Barbie.
Esto se ajusta a la culpa de Robbins de los vendedores por dejar de lado mujeres y niñas, pero parece omitir las preguntas de cómo se vendieron los libros a los lectores o si se probaron métodos alternativos para llegar a las clientes femeninas. (¿Se llevaron a cabo los libros en quioscos, por ejemplo?) Lo que destaca un problema para cubrir el tratamiento de las mujeres en los cómics. Muchas mujeres han experimentado situaciones que abren sus ojos al sexismo de la industria, y que les da motivo para que otros sean conscientes de los problemas, pero es un desafío evitar dejar que los rencores personales coloreen la descripción histórica. (Este no es exclusivamente el problema de una mujer; Gerard Jones cayó en la misma trampa con su edición revisada de los héroes del cómic).
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